martes, 27 de marzo de 2012

La ética por encima del poder

En ocasiones los periodistas nos encontramos con el dilema de si sería conveniente guiarnos por nuestra propia moral y hablar de un hecho que debería ser conocido por todo el mundo o ceñirnos únicamente a lo que se nos permite contar.

¿Qué ocurre cuando un periodista descubre un hecho o suceso que provocaría un gran escándalo mediático y pondría en tela de juicio las actividades de altos mandatarios políticos o económicos? Ocurre que los mandatarios utilizan todas sus armas (intimidación, chantaje, soborno…) para que nadie desvele la verdad. Es entonces cuando el periodista tiene que decidir qué es más importante, si escuchar al Pepito grillo que todos llevamos dentro y hacer lo correcto dando a descubrir aquello que es necesario que se sepa, o mirar hacia otro lado y archivar en la carpeta del olvido esa información que si la desvelara probablemente tendría serias repercusiones hacia el medio para el que trabaja y, sobre todo, hacia él mismo.

En la película Buenas noches y buena suerte podemos observar con absoluta claridad la influencia que ejerce a veces el poder político sobre los medios de comunicación.


En los años cincuenta, Estados Unidos tenía una enfermiza obsesión por acabar con los comunistas en su país. El entonces senador, Joseph Mccarthy, emprendió una persecución contra todo aquel que fuera sospechoso o admitiera tener ideas comunistas. Y aunque no las tuviera, ya se encargaba él mismo de acusar a quien le molestara para quitárselo de en medio.

Esto es lo que el senador intenta hacer con Edward R. Murrow, un consagrado periodista que lidera uno de los programas de mayor audiencia del país, propiedad de la cadena CBS. La redacción del programa se topa con una noticia sobre un aviador que ha sido expulsado de las fuerzas armadas por su supuesta ideología comunista y que sin tener pruebas fehacientes es acusado de serlo. Entonces Murrow y su equipo empiezan a indagar sobre el tema, descubriendo que el senador es quien mueve los hilos en el Comité de Actividades Antiamericanas y  que culpa a personas sin pruebas, con sus afirmaciones como único argumento. Murrow, a pesar de las advertencias, sigue adelante en su intento de contar la verdad sobre Mccarhty. Esto hace que el gobierno le acuse de haber sido anteriormente comunista, algo que nadie creería puesto que Murrow es conocido por ser un gran patriota americano. Pero, como se dice en la película, “la gente se traga todo lo que le echen”. Finalmente se desvela la verdad, pero el programa cae en picado y pasa a ser emitido únicamente un día a la semana y en hora de baja audiencia.

Buenas noches y buena suerte trata sobre el compromiso que tienen los periodistas con la sociedad a la hora de contar la verdad. Sobre el tratamiento honesto de la información, denunciando los abusos de poder sin ceder al chantaje o al miedo. Y sobre la libertad de expresión, en ocasiones cohibida por el poder político y económico. La televisión, en sus comienzos en los años cincuenta, es un nuevo y valioso instrumento para transmitir la verdad y educar al público.



Aún así, el mismo presidente de la CBS en la película expresa: "la gente quiere divertirse, no una lección de civismo".

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